Despierta Chile: hay que volver a trabajar
Guillermo Tagle Q. Presidente Credicorp Capital
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Guillermo Tagle
Uno de los cantos de proclama más frecuentes en las manifestaciones sociales del último mes, es que “Chile Despertó”. Efectivamente, la proclamación de demandas sociales ha sido generalizada, impulsada por todo tipo de organizaciones que exigen soluciones, a problemas que aquejan a un amplio espectro de nuestra ciudadanía. Aunque ha sorprendido la fuerza y magnitud de las demandas, sin duda el fenómeno más nuevo, desconcertante y sorpresivo, ha sido el de la violencia y destrucción con que algunos grupos minoritarios, pero bien organizados, con recursos, estructura, estrategia y capacidad de convocatoria, están resueltos a continuar.
El mundo político ya despertó y ha reaccionado, logrando acuerdos y diseñando un plan de trabajo que ojalá permita, en el marco de la institucionalidad vigente, proponer y definir el modelo de sociedad que en forma democrática, decidamos tener para la próxima etapa de desarrollo de nuestro querido Chile. Será necesario un trabajo intenso y ojalá bien estructurado, idealmente en un ambiente de respeto cívico, el que definirá en los próximos dos años, la forma cómo nos vamos a organizar para hacer de este un mejor país para las generaciones del futuro.
Sin embargo, hay una urgencia mucho mayor, tal vez menos trascendente, pero de sobrevivencia básica solucionar, si queremos que el proceso de definición Constitucional sea exitoso y viable. En estos más de 35 días de manifestaciones, confrontaciones y violencia, hemos provocado y generado, un país más pobre y mucho más desigual que el que teníamos hasta el 17 de octubre pasado. La destrucción de infraestructura pública, la imposibilidad de trabajar con “regularidad” para miles de micro empresarios y emprendedores, la destrucción del principal medio de transporte público de la capital, nos han dejado en una situación de máxima vulnerabilidad. Por injusto que parezca, es inevitable que los más afectados sean los más pobres. Justamente quienes más han sido víctima de los abusos e injusticias, serán los que sentirán con más fuerza las consecuencias de la pérdida de lugares para trabajar, la interrupción de la cadena de pagos, la dificultad de seguir adelante.
La sensación de inseguridad pública y desconfianza hace difícil animar a inversionistas y a empresas afectadas a volver a empezar, a reconstruir los locales y equipamiento productivo destruido, para poner nuevamente en marcha a la economía de Chile. Justamente porque tal vez es este el principal objetivo de quienes idearon, organizaron y han mantenido vivo este movimiento de violencia destructiva en todo Chile, es que no podemos permitir que ello ocurra. Si no hay un esfuerzo masivo y colectivo, si no se proponen y diseñan reglas de corto plazo enfocadas en la reactivación económica, que estimulen el crecimiento y la inversión en el corto plazo, puede perfectamente ocurrir que lleguemos a fines de 2021 con una excelente nueva Constitución, que haya sido bien diseñada y aprobada por amplios consensos, consagrando una relevante cantidad de derechos sociales a ser provistos por el Estado a los más pobres y vulnerables, pero en un país pobre, endeudado y sin recursos para cumplir los compromisos que se hayan adoptado.
Así como se ha logrado un acuerdo por la justicia y la paz, de amplia aceptación y transversal en el mundo político, es necesario construir un acuerdo para promover el crecimiento y la inversión en el cortísimo plazo, que nos permita hacer viable el modelo de sociedad que vamos a empezar a diseñar en la discusión constitucional por venir.